HUELLA AMBIENTAL DEL DESPERDICIO ALIMENTARIO

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Producimos más de lo que consumimos

El continuo crecimiento de la población humana en las últimas décadas ha provocado una mayor demanda de productos alimenticios procesados y empaquetados. El procesamiento de alimentos y su envasado ha provocado un desgaste sustancial de recursos no renovables, además de las grandes cantidades de agua, aire, electricidad y combustible que son consumidos diariamente por la industria alimenticia, ya sea en el procesamiento, transporte o preservación. 

Estudios de mercado muestran un continuo crecimiento en la tendencias “ecofriendly”, con términos como “orgánicos”, “naturales”, “verdes” o procesos “sustentables”. Esto quiere decir, que el consumidor está cada vez más consciente del problema, sin embargo, un producto “natural”, no es la única solución, ya que en su mayoría, sigue requiriendo de procesamiento (por mínimo que sea), acondicionamiento, envasado y distribución para llegar inocuo y comestible a tu mano. Hay un tema, sin embargo, en el que sí puede haber un cambio en todos niveles, y es el desperdicio de alimentos

A nivel mundial, se estima que el 30% del alimento producido termina como desperdicio. Tan solo en América del Norte, se generan 167 millones de toneladas de desperdicio, y México ocupa el segundo lugar con 28 millones de toneladas al año, lo cual representa el 35% de la producción nacional. 

El desperdicio de alimentos tiene implicaciones sociales, ambientales y económicas. Por un lado, se produce más de lo que se consume; la producción de ese alimento junto con el desperdicio generan gases de efecto invernadero (GEI) a altos niveles; y por otro lado hay alrededor de 780 millones de personas en situación de pobreza que no tienen acceso a agua ni alimento. 

En México, el 30% de la producción alimenticia termina en desperdicio, y el 42% de la población está en situación de pobreza extrema. Absurdo.

A nivel mundial, la producción de ese porcentaje de alimento desperdiciado, genera aproximadamente 4.4 billones de toneladas de GEI anualmente, lo cual representa el tercer emisor a nivel mundial (detrás de China y EUA), además del gasto de agua, suelo y energía. Y por si eso fuera poco, el desperdicio de alimento que termina en los vertederos sanitarios, también generan CO2 y metano (GEI) durante su descomposición.

En México, se generan alrededor de 36 millones de toneladas de CO2 anualmente; se pierden alrededor  40 billones m3 de agua durante su producción/tratamiento de residuos, lo cual representa alrededor 26 billones de dólares anuales, que es el 2.5 %PIB.

De todos los tipos de alimentos se genera un desperdicio, siendo los más afectados frutas y verduras, seguidas por la industria láctea, panificación y cereales. Toda la canasta básica, yéndose a la basura.

¿Donde ocurre el desperdicio?

El desperdicio ocurre en diferentes etapas de la cadena de suministro. En países más desarrollados, el mayor desperdicio ocurre en los almacenes, tiendas de autoservicio y en tras su compra. Mientras que en países en vías de desarrollo, la mayoría del desperdicio ocurre desde la agricultura hasta el procesamiento.

En México en particular, el mayor problema ocurre en la distribución de alimentos en transportes no adecuados (cadena en frío) y la sobreproducción, únicamente el 18% de la pérdida se produce en el sector de procesamiento y fabricación de alimentos. Los restaurantes y tiendas locales (carnicerías, fruterías, etc.), suelen tener menor desperdicio que las cadenas comerciales y de restauranteras. Sin embargo, el problema que tienen son de infraestructura de almacenamiento y cadena en frío.

¿Qué podemos hacer?

La industria alimenticia, junto con el Gobierno Federal, deben trabajar de la mano para establecer mecanismos que reduzcan el desperdicio y pérdidas alimentarias:

  • Mejorar técnicas de cosecha
  • Ampliar el acceso al mercado
  • Facilitar donación de bienes “sobrantes” a poblaciones marginales
  • Mejorar y facilitar la adquisición de tecnologías para la conservación de alimentos (refrigeradores, área limpias, cajas higiénicas)
  • Establecer incentivos y cursos gratuitos para la aplicación de Buenas prácticas de fabricación a lo largo de la cadena de distribución.
  • Establecer incentivos por reducción de desperdicios a cadenas de supermercados y restaurantes.
  • Encontrar modos de reutilizar 

En el año 2018, diferentes miembros de la cámara de diputados presentaron la INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO POR EL QUE SE EXPIDE LA LEY QUE CREA EL CONSEJO NACIONAL PARA EL APROVECHAMIENTO DE ALIMENTOS (https://www.senado.gob.mx/64/gaceta_comision_permanente/documento/71026), sin embargo, por el cambio de gobierno, se dejó en el tintero, y no se le ha dado seguimiento. 

Consumo responsable

En lo que nuestros representantes se ponen de acuerdo, nosotros como consumidores, también tenemos una responsabilidad importante. Aunque no representa el mayor porcentaje de desperidicio en México, hay comida que se desperdicia en los centros de distribución (supermercados, tiendas locales, central de abasto) y tras su consumo (en el hogar, restaurantes). Por lo que nos toca aprender a tener un consumo responsable:

  • Compra local: como se mencionó anteriormente, los restaurantes locales, las recauderías, carnicerías, y demás tienes similares, tienen un menor porcentaje de pérdidas. El consumo local trae beneficios al medio ambiente y a la economía regional.
  • Consumo programado: en medida de lo posible, implementar un plan alimentario periódico, con el fin de programar el consumo de los insumos familiares, teniendo menos pérdidas por vencimiento de productos. Comprar sólo lo necesario.
  • Separar la basura: el propósito de separar la basura es facilitar su clasificación y valoración para su posible utilización en nuevos materiales, es decir para reusar, reciclar o reparar. Por eso es importante separar no solo orgánico e inorgánico, se recomienda separar en los siguientes rubros:
  • Consumo proactivo: Busquemos alternativas de productos y servicios sustentables y sociamente responsables.

Referencias:

  • Cicatiello, C., Franco, S., Pancino, B., & Blasi, E. (2016). The value of food waste: An exploratory study on retailing. Journal of Retailing and Consumer Services, 30, 96–104. doi: 10.1016/j. Jretconser.2016.01.004
  • FAO – Food and Agriculture Organization of the United Nations (2013). Food wastage footprint: Impacts on natural resources – Summary report. Available at: http://www.fao.org/docrep/018/ i3347e/i3347e.pdf
  • UN General Assembly, 2015. Transforming our world: the 2030 Agenda for Sustainable Development, A/RES/70/1, 21 October 2015. Available at: http://www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/ RES/70/1&Lang=E
  • Morone, P, Koutinas A,. Gathergood N, Arshadi M., Avtar M., (2019), Food Waste: Challenges and Opportunity for the Emerging Bio-Economy, Journal of Cleaner Production,  february, 2019, p 10-15.
  • National Geographic en español, ¿Cuánta comida se desperdicia en México al año?, https://www.ngenespanol.com/ecologia/comida-desperdicia-mexico-ano/
  • Reset.org, Global Food Waste, https://en.reset.org/knowledge/global-food-waste-and-its-environmental-impact-09122018:
  • https://news.un.org/es/story/2019/10/1463751
  • WRI analysis based on FAO. 2011. Global food losses and food waste—extent, causes and prevention. Rome: UN FAO.